LENA TRAS EL ESPEJO
La habitación de Lena se encuentra
en el extremo oeste de su casa, dentro de ella hay un espejo cubierto con una
cortina que mamá le tiene prohibido destapar.
-¿Qué hay en ese
espejo para no poder abrirlo? -Es la pregunta diaria que se formula Lena.
-No sé ni para
que pierdes tu tiempo pensándolo -se dice a sí misma-. Sí –reafirma-, ¿para
qué? Seguramente no habrá nada. Será un espejo simple y corriente sin ningún
misterio, como cualquier otro.¡No me lo creo! ¿Y para qué iba a taparlo
entonces mamá? Eso no tiene ni pies ni cabeza. Todas las cosas se hacen por
algo. Siempre que hago el más leve intento de hablarle del espejo, mamá empieza
a hablar de otro tema. Creo que intuye lo que voy a decir.
Lena sigue
hablando en voz alta consigo misma mientras camina con paso ligero de izquierda a derecha en su dormitorio.
-¿Y si lo
destapo? Así responderé a todas mis preguntas, ya que mamá no quiere hacerlo.
No, será mejor que no –Lena se contradice pero continúa hablando- Si mamá lo ha
tapado será por mi propia seguridad. Pero… ¿Y si simplemente no quiere que se
manche?, ¿o es un espejo de oro? –La niña se lleva las manos a la cabeza
entusiasmada-. ¡Un espejo de oro! ¿Te imaginas, Lena? -Y tomando firmemente una
decisión dice-: ¡Tengo que abrirlo, no
aguanto más! Además, si no lo abro ahora tarde o temprano lo haré.
Lena se convence
y, rápidamente, antes de que su mente cambie de opinión se dirige al espejo
llena de curiosidad. Vuelve a dudar unos segundos pero, apartando las dudas que
brotan en su mente sin descanso, se arma de valor y coraje y, finalmente, quita
con sus jóvenes manos la sábana de color rojo cerezo que oculta el espejo, y la
deja caer al suelo de madera junto a sus pies.
Lena mira
fijamente el espejo, su forma rectangular, sus bordes clásicos. Todo en él es
normal. Por más vueltas que le da no consigue entender la razón por la cual
mamá lo ha tapado.
Decepcionada al
ver que el espejo no esconde ningún secreto, Lena se da la vuelta con intención
de recoger la sábana y volverlo a tapar. Pero al mirarlo una última vez sucede
algo extraordinario, inexplicablemente entra dentro del espejo y sin saber cómo
se encuentra al otro lado de este. Se halla en una habitación de paredes de
piedra sin puertas ni ventanas, rodeada de un centenar de espejos como el suyo,
pero que siguen cubiertos por otras sábanas rojo cerezo.
Contempla el
espejo por el que ha entrado y por el cual puede ver su dormitorio vacío iluminado por la luz del mediodía.
-¿Dónde estoy?-
Se pregunta-.¿Dónde estará la salida?
Entonces Lena ve
cómo la sábana vuelve a cubrir el espejo y la habitación en la que se encuentra
se queda a oscuras, tapando la visión de su dormitorio.
Lena comienza a
gritar asustada y golpea fuertemente el espejo. Pero este ni se rompe ni vuelve
a mostrar la imagen. Grita lo más fuerte que puede, llama a su madre, vuelve a
golpear el espejo con más fuerza aún. Y al no recibir ninguna respuesta lo
intenta también con los demás. Pero no ocurre nada.
Finalmente, Lena
pierde la esperanza y cansada por el esfuerzo se sienta en el áspero suelo de
aquel indescriptible lugar.
En esa oscuridad
no puede calcular el tiempo que transcurre. Quizás segundos, quizás años. Pero
llega el momento en el que otra mano, tras otro espejo, destapa una sábana color
rojo cerezo.
Y dos miradas se
encuentran.