Os presento una de las cartas de amor que he presentado para un trabajo en mi Instituto.
Selene
Querida Marina:
Sé lo mucho que te duele que aún no esté contigo, pero es cierto, que ahora más que nunca anhelo tu abrazo cariñoso, tus labios congelados o tu dulce olor a rosas.
Deseo volver a nuestro hogar y respirar ese cálido olor a leña, pero Marina, ahora estoy lejos de todo lo que me recuerda a ti y tengo esa presión angustiosa que recorre mi pecho y mi garganta. Trago saliva pero es en vano, porque siguen los horrorosos síntomas de la nostalgia, que poco a poco se clavan en mi cuerpo como espinas.
Ahora, todo mi organismo se descompone. Quiero seguir junto a ti. Quiero retroceder el tiempo solo un segundo. Quiero rememorar de nuevo la primera vez que te besé.
Cinco años han pasado ya desde que me privaron de mi libertad. Cinco años que son, ya, un milenio para mí. Arturo, ya tendrá 2555 días y casi ni se acordará de su padre, a pesar de la multitud de fotos que le llevo mandando desde que me llevaron. Me temo, que ni siquiera hayan llegado a vuestras manos o que si lo han hecho ni las haya visto y estén llenas de polvo guardadas en un cajón perdido como vagos recuerdos olvidados para no herir su corazón.
Seguramente le habrás dicho que estoy muerto, pues eso es lo que le habrás hecho creer, porque si no, no entiendo por qué jamás me lo has traído. Estoy aquí en pie, aunque un poco confuso y dolorido por la desastrosa vida que me han ido construyendo ladrillo a ladrillo, y a pesar, de mis múltiples intentos de huida, sigo encerrado en esta horrible prisión a la que no sé por qué a ti te dio por llamar hospital.
No creo que te haya llegado ninguna de las cartas que te he ido mandando, día tras día, desde la última vez que te vi, pues de ninguna he obtenido respuesta alguna, pero a pesar de todo, sigo y seguiré intentándolo, una y otra vez, hasta el resto de mis días.
A veces pienso que he perdido la cabeza, alterado por el mundo tan desastroso que llevo viviendo, incluso creo que ni siquiera he llegado a mandarte las cartas y me he imaginado que si lo he hecho, pero te diré, que en mi mente se encuentra tu rostro y que jamás lo olvidaré. Al acostarme veo tu reflejo. Se me hace tan real que acabo creyendo que aún estás conmigo, entonces tú, me dices casi llorando y con los ojos rojos e hinchados, ¿que qué me ocurre?, que no tenemos ningún hijo y que tengo que curarme de esa enfermedad, pero Marina, yo sé que solamente son sueños, aunque desearía que fueran realidad. Sé que entré en esta prisión por un delito que nunca cometí, y que esos señores que se dicen médicos son en realidad mis carceleros.
Espero salir pronto de aquí y así poder subir los peldaños de nuestra casa y encontrarme frente a frente junto a ti.
Te amo y le amo.
Jose.